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01 noviembre, 2017

Calle de Toledo, en el origen de La Latina


Primer tramo de la calle desde la plaza Mayor, al fondo la iglesia de San Isidro.A ambos lados edificos de vivienas de cuatro plantas con balcones.
Calle de Toledo. Foto: S. Castaño
Hasta el siglo XVI la calle de Toledo llegaba sólo hasta la Puerta de La Latina,  así llamada por estar junto al hospital de La Latina, frente a la plaza de la Cebada. Los madrileños nombraban así al hospital fundado por ‘la Latina’, sobrenombre con el que conocían a Beatriz Galindo, maestra de latín y consejera de la reina Isabel la Católica.

El hospital de La Latina se hallaba donde hoy el Teatro de la Latina y fue derribado en 1904, conservándose sólo la portada del edificio, que después de muchos años de olvido en un depósito municipal fue montada en 1960 en la explanada de la Escuela Superior de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria. Fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1984. También se salvaron los sepulcros de Beatriz Galindo y su esposo, Francisco Ramírez ‘el Artillero’, trasladados al Museo de Historia de Madrid; y la bella escalera gótica, que fue instalada en la Casa de los Lujanes, en la Plaza de la Villa.

Cuando Felipe II amplió el perímetro de la muralla de Madrid, se derribó la Puerta de la Latina y se levantó otra más abajo, a la altura de la calle Sierpe. Muchos años después, su nieto Felipe IV levantó una nueva cerca con una nueva puerta más al sur. Ésta fue derribada en tiempos de Fernando VII para levantar la actual Puerta de Toledo, inaugurada en 1827.

 
Inicio de la calle visto hacia la plaza Mayor. En las aceras se ven muchos puestos de venta con toldos.
Calle de Toledo a finales del sigo XIX (M. Moreno)


En el arranque de la calle de Toledo, desde la Plaza Mayor hasta la calle Imperial, se encuentran las casas más antiguas, con soportales que dan entrada a restaurantes y tiendas frecuentados por turistas. Un poco más allá está la Colegiata de San Isidro, levantada como iglesia del antiguo Colegio de la Compañía de Jesús, en 1560. En su interior se guardan los restos mortales de san Isidro, patrón de Madrid, y de su esposa, santa María de la Cabeza.


En la confluencia con la calle de Arganzuela se encuentra ‘la Fuentecilla’, nombre con el que se conoce el monumento de granito dedicado a Fernando VII y que desde 1815 está donde antes hubo un pequeño pilón. Es un conjunto cuadrangular con frontones triangulares en sus lados. Sobre su zócalo descansan las figuras de un dragón y un oso, relacionadas con el antiguo escudo de Madrid y el escudo actual que adornan el monumento. Está coronado por un león con los dos hemisferios bajo sus garras. Dicen los cronistas que este león se esculpió con la mitad de la estatua de San Norberto que se alzaba sobre la fachada de la iglesia de los Mostenses, cerca de la Gran Vía, derribada en 1813 por los proyectos urbanísticos de José I, el rey intruso.

La calle de Toledo era una de las más transitadas de la ciudad desde el establecimiento de la corte en Madrid en 1561, ya que en ella y su entono se abrieron numerosas bodegas y posadas. A ella llegaban las diligencias con viajeros procedentes del sur y carretas con mercancías. Los vecinos de toda la zona se acostumbraron a adquirir comestibles a estos viajeros que llegaban de los pueblos. Esta calle era también paso habitual del ganado camino de los cercanos mataderos. Rebaños y piaras dejaron de entrar por la Puerta de Toledo cuando en 1856 se abrió un portillo en la cercana plaza del Campillo del Mundo Nuevo, para conducir por otras calles los animales dirigidos al matadero del Rastro, en la plaza del General Vara del Rey.
 

En el entorno de la plaza de la Puerta de Toledo se instaló en 1986 el Mercado Puerta de Toledo, dedicado a moda, antigüedades, artesanía y ocio. Su lugar lo ocupa desde 2012 el Campus Madrid-Puerta de Toledo de la Universidad Carlos III. En este emplazamiento estuvo el antiguo Mercado Central de Pescados, desde 1935 hasta 1982 y antes, hasta 1934, era el Matadero municipal. En esta zona estuvo también la Fábrica de Gas desde 1847.
 
Fachada de la tienda, de color amarillo y con grandes ventanales totalmente llenos de caramelos, piruletas y otras golosinas.
Tienda de Caramelos Paco. Foto: S.C.

La calle de Toledo sigue siendo el animado eje del barrio de la Latina, que cuenta con espacios tan emblemáticos como El Rastro, la plaza de la Cebada, la calle de la Paloma o Las Vistillas.


Conserva algunos de los establecimientos más antiguos del barrio, como la tienda de Caramelos Paco, de 1934, en el número 55; o el bar Los Caracoles, de 1922, en el número 106. Al otro lado de la Puerta de Toledo, en el número 122, se encuentra un edificio de viviendas de 1885 que tiene una bonita fachada de estilo neomudéjar.

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