GA4

29 mayo, 2017

Mentidero de Representantes del Barrio de las Letras

Varias placas en una esquina indican la calle León, la calle Cervantes y que allí estuvo el Mentidero de Representantes. y
El mentidero de Comediantes recordado en una placa.
La gente del teatro era uno de los gremios más influyentes del Madrid del Siglo de Oro, dada la gran afición de los madrileños por las obras que se representaban en los corrales de comedias. Su lugar de reunión era el Mentidero de Representantes, también llamado de Comediantes o Cómicos, una plazuela o ensanchamiento de la calle León a la altura de la calle Cervantes, antes calle Francos, donde tenían su casa Cervantes y Lope de Vega, y muy cerca Quevedo y otros poetas y escritores.

El mentidero de Representantes reunía a diario a representantes (actores y actrices), autores (empresarios, directores de escena o ambas cosas), poetas y dramaturgos, músicos, bailarines, alquiladores de locales…formando uno de los foros de opinión pública más importantes del momento, junto con el Mentidero de San Felipe, al lado de la Puerta del Sol.

Estos lugares públicos surgieron en la segunda mitad del siglo XVI, época en que Madrid se convirtió en la capital del imperio, y contaban con una legión de seguidores. A partir de las diez de la mañana empezaba a cobrar vida el Mentidero de los Cómicos y hacia las doce estaba en su apogeo. Allí, las gentes de la farándula formaban pequeños corros para comentar los estrenos de las nuevas obras, la actuación de los artistas, contratar actores y músicos, tratar las rivalidades entre las compañías de teatro, comprar y vender comedias, chismorrear sobre los amoríos de actores y las actrices o sobre los rumores más importantes que corrían por la Villa.

Sin duda, uno de los asuntos más comentados fue, en 1586, la orden que prohibía  a las mujeres actuar en las comedias, bajo pena de cinco años de destierro del reino y multa de 100.000 maravedíes. Fue el motivo por el que una docena de actrices, esposas de autores y comediantes dirigieron un escrito al Consejo de Castilla en el que se quejaban del perjuicio que causaba a las familias este decreto, tanto en lo económico como en lo moral, por el distanciamiento de sus maridos durante temporadas. Así mismo, indicaban que la actuación de los muchachos que ahora ocupaban sus puestos, vestidos y pintados como mujeres, resultaba más escandalosa e indecente que la suya. Las comediantas solicitaban permiso para volver a los escenarios y proponían que actores y actrices no intercambiaran sus papeles y que en las compañías no hubiera mujeres solteras, sino casadas que viajaran siempre con sus maridos. 

Fachada de la casa, de dos plantas, de estilo castellano propio de la época.
Casa de Lope de Vega. Foto: F.Chorro.

La petición fue denegada, pero un año después se sumaron a las protestas los hospitales madrileños, a los que se destinaba una parte de los beneficios obtenidos en los corrales de comedias. El caso era que, desde la prohibición de actuar a las mujeres, las corralas habían perdido público y los ingresos habían menguado, provocado graves necesidades en los hospitales.

Otra de las cuestiones más sonadas fueron los amoríos de Felipe IV y la Calderona, una actriz con quien llegó a tener un hijo, que más tarde se convirtió en lugarteniente del rey: don Juan José de Austria. Se hablo mucho en Madrid de esta relación y se rumoreaba que el rey había desterrado al duque de Medina de las Torres, anterior amante de la joven. Y de los celos de la reina, que ordenó que la actriz, favorecida por el rey con un balcón principal durante un evento en la Plaza Mayor, fuera expulsada del mismo. Luego, el rey para desagraviar a su amante le regaló un balcón permanente de un rincón de la plaza al que los madrileños llamaban el balcón de Marizápalos, por un famoso baile que la actriz interpretaba en las funciones de teatro.

Entre los abonados a este mentidero era muy comentadas las trifulcas que se liaban de vez en cuando a la puerta de la iglesia de Jesús, a la salida de la llamada ‘misa de hora’, que comenzaba a las once de la mañana. A ella acudían algunas de las más famosas actrices del momento, como María Calderón (La Calderona), María Riquelme y María de Córdoba, conocida como Amarilis. La reunión de estas jóvenes provocaba riñas entre sus admiradores, que querían acercarse a ellas cuando terminaba la que llamaban ‘misa de las Marías’.

 
Grabado refleja un momento en que dos caballeros desenvainan la espada rodeados de gente, mientras un cura intenta detenerlos.
Escena del siglo XVII.


Tema de conversación era todo lo relacionado con la Patrona de los Cómicos, la Virgen de la Novena, o del Silencio, a la que se atribuían numerosos milagros. Era tal su popularidad que la masiva afluencia de devotos hasta su humilladero, en la esquina de la calle de León con la de Santa María, se convirtió en un problema. Hasta que su cofradía propuso trasladar la imagen a la vecina iglesia de San Sebastián, con su propia capilla, costeada por el Gremio de Representantes. 

Grandes eran las protestas de los representantes, especialmente de los que no residían en Madrid, por lo que consideraban injusticia y avaricia de los autores y las cofradías de la Pasión y la Soledad, que administraban los dos principales corrales de comedias. Se quejaban de que a pesar de la numerosa entrada de público, sus ingresos no mejoraban, dejando a los actores y actrices con sueldos de miseria.



Uno de los acontecimientos más recordados en el barrio fue el fallecimiento de Lope de Vega, en agosto de 1635, en su casa de la antigua calle Francos. El cortejo fúnebre reunió a gentes de todas las clases sociales en una multitud como nunca se había visto en Madrid. Una despedida bien distinta a la ocurrida unos años antes por la muerte de Cervantes, en su casa de la misma calle, cuyo cadáver fue trasladado por un pequeño grupo de personas hasta el cercano convento de las Trinitarias.

El espíritu del Mentidero de Representantes se trasladó en el siglo XIX a la plaza de Santa Ana, en el mismo barrio, entorno del Teatro Español, del Teatro de la Comedia y de las primeras tertulias políticas y literarias.

04 mayo, 2017

Casa de Campo, origen y curiosidades históricas

Vista del palacio y la catedral de la Almudena desde una colina de la Casa de Campo. Por medio, las copas de los árboles del parque.
Palacio Real desde la Casa de Campo (F.Chorro).
Cuando Austrias y Borbones disfrutaban del Real Sitio de la Casa de Campo no podían imaginar que aquella enorme finca de recreo, aquel coto privado de caza, sería visitado varios siglos después por miles de personas que acuden al parque de atracciones, al zoológico o la recorren a pie, en bicicleta o en teleférico. A éstos podemos sumar los miles de viajeros que cada día transitan a través de la línea 10 del Metro, con un amplio tramo en superficie, o por la autovía de Extremadura, cuyos primeros kilómetros se trazaron sobre terreno que un día perteneció a la Casa de Campo.

Fue Felipe II quien se interesó por estos terrenos tan próximas al alcázar y sus posibilidades para practicar la caza. En 1556 ordenó la formación de un bosque cercano en la margen derecha del río Manzanares y tres años después, desde Bruselas, encargó a su secretario que comprara por un precio justo la vecina casa de campo de los Vargas. La compra se formalizó hacia 1561, recién estrenada la capitalidad de Madrid. Continuaba así Felipe II un proyecto iniciado cuando era príncipe y ordenó comprar las huertas, olivares y otros terrenos cercanos a la residencia real, en la zona del Campo del Moro y la Cuesta de la Vega, para crear un bosque.


Óleo de Félix Castello. Vista desde la altura la residencia real, rodewada de jardines, al lado un frondoso bosque con fuente. Al fondo los estanques.
Casa de Campo, 1634. Museo de Histora 
La casa de campo de los Vargas se convirtió en la Real Casa de Campo, y se construyó una pasarela que permitía al rey cruzar el río, donde en el siglo XIX  se construyó el Puente del Rey. Se mantuvo, con ligeras modificaciones, el palacete de sus anteriores propietarios, añadiendo arboledas, jardines, fuentes, estatuas, huertas, edificios auxiliares y estanques de agua corriente que aprovechaban los arroyos de la zona. 

Los estanques se empleaban para el regadío y para la cría de peces para el consumo. En sus orillas se plantaron cientos de chopos traídos desde Aranjuez. Con el tiempo, el real sitio se fue ampliando con adquisiciones de terrenos colindantes, creándose un bosque de caza de más de 10 kilómetros de circunferencia. En los jardines frente al palacete real se instaló en 1617 la estatua ecuestre del rey Felipe III, modelada en Florencia, que hoy se encuentra en la Plaza Mayor.

Con la llegada de Felipe V, primer rey de España de la Casa Borbón, se remodeló el palacete y sus jardines. La posesión se amplió notablemente en tiempos de Fernando VI y Carlos III, en cuyo reinado se terminó la tapia que cerraba la finca. Se realizó una reforestación y el cultivo de algunas tierras, construyendo casas de labor, ermitas y vaquerías. La finca se extendió hasta Aravaca.

El Teleférico sobrevuela las copas de los árboles y ofrece excelentes vistas del perfil de Madrid
Teleférico, Casa de Campo. Foto: F. Chorro.

La Casa de Campo fue uno de los escenarios del fusilamiento de madrileños alzados el 2 de mayo de 1808 contra la invasión del ejército de Napoleón. Unos años después, el 7 de julio 1822, junto a sus tapias encontraron la muerte los guardias reales sublevados, acuchillados por sus compañeros de caballería.
 

El Gobierno surgido tras la revolución de 1868, llamada la Gloriosa, expropió las propiedades de los reyes en Madrid. La Casa de Campo, el Real Sitio de la Florida, incluida la montaña del Príncipe Pío, y el Monte del Pardo se convirtieron en patrimonio del Estado, y el Retiro fue cedido al Ayuntamiento de Madrid.  

Con la llegada de la II República, en 1931, el Gobierno cedió la Casa de Campo al Ayuntamiento de Madrid y se abrió al uso público. En 1936, los frentes en Madrid de la guerra civil se establecieron principalmente en la Casa de Campo y la vecina Ciudad Universitaria. Como consecuencia, el antiguo palacete fue destruido. Más tarde fue restaurado, pero cambió su antigua imagen.


Dos niños observan las ocas que se alimentan en la orilla de un arroyo.
Ocas junto a uno de los arroyos. Foto: S. Castaño.
En 1952 se creó en las proximidades del paseo de Extremadura la Feria del Campo, con pabellones que representaban a las provincias españolas. Años después algunos se convirtieron en restaurantes de este gran parque.

Actualmente, la Casa de Campo es un espacio verde de unos 17 kilómetros cuadrados, a pesar del ‘pellizco’ que supuso el trazado de la autovía de Extremadura por el este. Dos de sus espacios emblemáticos, el Parque de Atracciones y el Zoológico se instalaron en 1972. El hoy llamado Palacio de los Vargas o de la Casa de Campo, a la entrada del parque frente al Puente del Rey, tiene diversos usos culturales.