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30 octubre, 2015

Antiguas calle del Ataúd y calle de los Muertos

La placa de cerámica tiene pintados los rostros de un hombre y una mujer. Por encima sus nombres: Esteban y Ana
Placa de Travesía de los Trujillos.
Hubo un tiempo en el que a los niños madrileños traviesos sus padres les amenazaban con encerrarlos en el corral del ataúd. Era éste un solar en los terrenos de la parroquia de San Martín, hoy travesía de los Trujillos, muy cerca de la calle Arenal y del monasterio de las Descalzas. En aquel corral se guardaba el ataúd para los entierros de caridad, es decir para el funeral de los madrileños cuya familia, por su pobreza, no podía pagarlo. Allí estaban también las angarillas en las que se colocaba el ataúd que servía para llevar al muerto desde su casa a dicha parroquia, donde se hacía el oficio de difuntos. Después, con un humilde acompañamiento de frailes de la cofradía de San Sebastián, que portaban cuatro cirios y una cruz, se llevaba al difunto a darle sepultura al cementerio del Hospital de la Buena Dicha, en la calle Silva, fundado en el siglo XVI.

Este cortejo fúnebre era visto con vergüenza por los familiares del difunto, que no podían costear las exequias, así que la mayoría de los parroquianos procuraba asegurase su funeral, aunque fuese muy modesto, para no figurar en el libro de enterramientos de limosna ni ser llevado al cementerio en aquel horroroso ataúd, cuya visión atemorizaba a los niños.

Así fue como aquel paraje se quedó con el nombre de corral del ataúd, que luego fue calle del ataúd, aunque para entonces ya no existía el viejo féretro, por la construcción del cementerio general fuera del portillo de Santo Domingo, a principios del siglo XIX.

Calle de los Muertos


La travesía de los Trujillos enlaza con la calle Trujillos, antes llamada calle de los Muertos. Sobre el origen de su nombre existen tres versiones. Una dice que allí vivieron dos madrileños que participaron en la guerra contra los musulmanes de Granada, en tiempos de los Reyes Católicos, y después corrió la noticia de que habían muerto. Mucho tiempo después los dos hombres volvieron a sus casas de Madrid y por eso la gente les llamaba los Muertos y, por extensión, a su calle.

Otra opinión apunta que Muertos era el apellido de una ilustre familia de la Villa que tenía allí su casa familiar. La tercera versión señala que, a causa de una gran epidemia que hubo en Madrid, se cercó allí un terreno para depositar los cadáveres, que quedaban insepultos, porque los cementerios y atrios de las iglesias estaban llenos. Y por esto la llamaron la calle de los Muertos.


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