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11 julio, 2015

Tierno Galván, el alcalde más querido de Madrid

Rostro de Tierno Galván, en los años 80, con su habituales gafas y traje gris.
Enrique Tierno Galván.
Enrique Tierno Galván fue el alcalde más querido y respetado de Madrid. El ‘viejo profesor’, como era conocido, hacía gala de un talante conciliador y de una sintonía con los madrileños que le convirtieron en un personaje popular y un fenómeno político. Hombre de vasta erudición, pero alejado del clasismo, tenía un modo de entender la política desde la cercanía que consiguió el apoyo de la mayoría de los madrileños.

Tierno Galván llegó a la alcaldía en abril de 1979, en las primeras elecciones democráticas celebradas tras la dictadura de Franco. Su investidura fue posible por la alianza entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Comunista de España (PCE), ya que el candidato que obtuvo más votos fue el de Unión de Centro Democrático (UCD), José Luis Álvarez, alcalde predemocrático hasta ese momento. En las siguientes elecciones, en 1983, Tierno, cabeza de lista por el PSOE, se impuso a la coalición formada por Alianza Popular, Partido Demócrata Popular y Unión Liberal, renovando por mayoría absoluta su mandato al frente del Ayuntamiento de Madrid.

Desde el principio, Tierno Galván perfiló sus líneas maestras como regidor de la capital de España: racionalización de la vida ciudadana, humanización de la ciudad, reivindicación del papel de Madrid a nivel nacional e internacional, democratización del ordenamiento municipal o el fomento de las actividades culturales y lúdicas. Especial empeño puso en sacar la cultura a la calle, convertir los espacios urbanos en lugares de convivencia, potenciar fiestas tradicionales o recuperar festejos casi olvidadas, como los carnavales.

Durante su etapa, el prestigio y popularidad del alcalde y la ciudad obtuvieron un reconocimiento nacional e internacional desconocidos hasta el momento. Se redactó un nuevo plan de ordenación urbana y se puso en marcha la descentralización municipal a las juntas de distrito, se acometió un vasto plan de rehabilitación del casco histórico, se implantó la Operación de Regulación del Aparcamiento (ORA) -una medida controvertida frente al caótico problema del aparcamiento de vehículos- y se inauguró Mercamadrid, cerrándose los mercados centrales que existían en Puerta de Toledo y Legazpi.

También se devolvió el nombre a calles a las que el franquismo había ‘rebautizado’ con nombres del régimen o relacionados con la guerra civil: la Gran Vía recuperó su nombre, abandonando el de avenida de José Antonio; la gran arteria de Madrid, pasó a llamarse paseo de la Castellana en lugar de avenida del Generalísimo, o la calle del Príncipe de Vergara desterró el nombre de General Mola. Se aprobó un Plan Especial de Protección de Edificios Histórico-Artísticos y se recuperaron antiguos edificios, como el cuartel del Conde Duque o el palacio de O’Reilly.

Uno de los sueños del viejo profesor se hizo realidad con el Plan de Saneamiento Integral del río Manzanares. Con un presupuesto de 32.500 millones de pesetas (algo más de 195 millones de euros) se eliminó su pestilencia y se construyeron siete depuradoras para sus aguas, que se poblaron con 2.000 carpas y 25 patos. El lago de la Casa de Campo también se limpió y se cerró al tráfico el paseo de Coches del Retiro.

Otras medidas destacadas fueron la municipalización de las líneas de autobuses periféricas, la construcción de un gran parque al Sur de la ciudad –llamado, tras su muerte, parque Enrique Tierno Galván-, en el que ordenó que se levantara el Planetario de Madrid, o la reforma de la Puerta del Sol y de la Glorieta de Atocha, que suprimió el horroroso scalextric, aunque estas dos últimas actuaciones no llegó a verlas terminadas.
Una placa de barro cocido recuerda donde nació el alcalde "más popular de Madrid", acompañada de otras dos placas, con relieves de su rostro y una paloma de la paz.
Homenaje en Chamberí.


El reconocimiento de Tierno Galván alcanzó a todas las capas sociales de la sociedad madrileña, por su honradez, su educación y su distanciamiento de las luchas políticas cotidianas. Su espíritu crítico azuzaba también a sus compañeros de partido. Sus principales apoyos ciudadanos los tenía entre los jóvenes, que valoraban su decidido apoyo a todo tipo de iniciativas culturales y lúdicas que aparecieron con la democracia y se condensaron en un movimiento cultural conocido  como la ‘movida madrileña’. También las personas mayores eran sus grandes aliados, por su defensa de los intereses de los madrileños por encima de los intereses del partido. Tenía claro que el gobierno municipal “tiene que descender a lo más cotidiano, resolver lo más elemental” y “devolver a la ciudad la conciencia de lo colectivo, que se está perdiendo”.

Los bandos de don Enrique

Muy celebrados en esta época fueron los bandos municipales de don Enrique, como le llamaban los madrileños. Mezcla de su erudición, socarronería y paternalismo, eran un medio de comunicación con los vecinos alejado del lenguaje burocrático. Sus bandos transmitían con ingenio mandatos e iniciativas de interés público para una mejor convivencia entre los ciudadanos. Estos edictos, escritos desde
el costumbrismo madrileño y la ironía, alcanzaron tanta popularidad que los madrileños los esperaban con gran interés. Sirvan de ejemplo algunos párrafos de un bando publicado en noviembre de 1982 relacionado con el problema del aparcamiento de vehículos y la actividad de la grúa municipal:
 

"… Viene muy a propósito todo cuanto antecede si consideramos el descuido, si no malicia, con que muchos vecinos dejan coches y carricoches en el lugar que mejor les peta, sin mirar si es recodo, rincón, esquina o entrada de zaguán, con razón prohibidos por el Concejo (…) Adviértese también por el presente Bando que algunas calles y plazas de la parte más antigua de Madrid, que llaman de los Austrias, se están convirtiendo en plazas y calles de sólo andar, que en tiempos de incuria y atrevimiento dieron en llamar peatonales, para que sin perjuicio de hacer más fácil el tránsito de quienes por ella discurren, los vecinos huelguen y en honesta ociosidad disfruten de tertulias, corros y mentideros, a los que tan aficionados son los moradores de esta Villa (…) Apercíbese también por el presente Bando al vecindario de esta ilustre Corte y Villa que por la aplicación de la sagaz industria de la grúa, que permite transportar un coche a cuestas de otro, ingenioso método que los madrileños odian, se retirarán de la vía pública, con implacable rigor, cuantos medios mecánicos de traslación o transporte estorben el ordenado transcurrir de los discretos vecinos de esta ciudad por sus calles…"

Enseñanza y política

Enrique Tierno Galván nació en Madrid en 1918, en la calle Calvo Asensio, número 4, en el barrio de Chamberí, como indica una placa dedicada por los vecinos al ilustre alcalde. Se licenció en Derecho en 1942 y en Filosofía y Letras en 1944. Obtuvo la cátedra de Derecho Político en las Universidades de Murcia y Salamanca, e impartió clases en la Universidad Complutense de Madrid. Fue apartado de la Universidad en 1965 por su apoyo a las asambleas libres de estudiantes, junto a los también profesores universitarios José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo.

En 1967 fundó el Partido Socialista del Interior, que a partir de 1974 pasó a llamarse Partido Socialista Popular (PSP). Con la democracia, se presentó a las primeras elecciones legislativas como cabeza de lista del PSP, obteniendo seis escaños. Un año después el PSP y el PSOE se unificaron, por lo que en las elecciones municipales en 1979 Tierno encabezó la lista del partido socialista, obteniendo la alcaldía de Madrid con los votos del PCE. En las elecciones de 1983 resultó reelegido alcalde con mayoría absoluta.

A lo largo de su vida desarrolló una intensa actividad académica y filosófica, y publicó numerosos ensayos, como Baboeuf y los Iguales, Estudios de pensamiento político, Humanismo y sociedadUn episodio de socialismo premarxista o Democracia, socialismo y libertad

Enrique Tierno falleció, siendo alcalde de Madrid, el 19 de enero de 1986. No había concluido su mandato, sucediéndole en el cargo el teniente de alcalde Juan Barranco. Su entierro fue una espontánea e impresionante manifestación de duelo. Se estimó en un millón las personas que asistieron al paso de la carroza fúnebre tirada por caballos a lo largo de varios kilómetros, desde la plaza de la Villa al cementerio de la Almudena.

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