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12 junio, 2013

Las corralas, chorizos y polacos

Lateral de una de las corralas restauradas en Madrid
Una de las corralas restauradas en Madrid
Eran tal la afición de los madrileños por el teatro que se representaba en las corralas, que se llenaban a diario desde que abrían sus puertas, a las doce del mediodía. Los espectadores se apresuraban a ocupar los mejores sitios, aunque los puestos privilegiados estaban reservados a las clases altas. La función comenzaba a primera hora de la tarde y concluía antes de ponerse el sol. En estas corralas se representaron las obras de los mejores autores del Siglo de Oro y en ellas actuaron los mejores artistas.
Los primeros corrales de comedias, o corralas, surgieron en Madrid a finales del siglo XVI y ya durante el XVII los dos más famosos de Madrid eran el del Príncipe y el de la Cruz, donde estrenaron la mayoría de sus obras grandes autores, como Calderón de la Barca y Lope de Vega

Barrio de las Letras

Los barrios junto a estas corralas se fueron ocupando por gentes del teatro, comediantes, autores, músicos, representantes, arrendadores de corrales, alquiladores de trajes… En concreto, en el Barrio de las Letras vivieron Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o Moratín.

En este barrio estaba el Corral del Príncipe, situado en la calle del Príncipe, en el sitio que hoy ocupa el Teatro Español, y antes lo había ocupado el corral de la Pacheca, llamado así porque era propiedad de Isabel Pacheco. El vecino Corral de la Cruz, inaugurado en 1579, estaba en la confluencia de las calles de la Cruz y Núñez de Arce.

En el barrio de las Letras estaba también el famoso Mentidero de Representantes, o de los Cómicos, en la calle del León, que hacia el mediodía era el punto de encuentro de autores, artistas representantes y otros personajes del mundillo, para tratar los asuntos de las compañías, comentar los éxitos y fracasos de las obras, alabar a unos autores y criticar a otros.

Chorizos y polacos

Entre las compañías de ambos corrales de comedias y entre sus respectivos públicos surgieron, principalmente en el siglo XVIII, disputas y peleas, formándose dos bandas: chorizos y polacos. El responsable de poner orden en sus habituales trifulcas era el alcalde de Casa y Corte, ayudado por sus alguaciles.

Un sector importante del público era el de ‘los mosqueteros’, comerciantes y artesanos principalmente, liderado por el gremio de zapateros, cuya opinión era temida por autores y empresarios, que procuraban tenerlos contentos, ya que acudían a ver las obras provistos de carracas, cascabeles y pitos para hacerlos sonar si la obra no les gustaba.

Las representaciones en los corrales de comedias se realizaban sólo los días festivos, aunque más tarde se ampliaron a los jueves y finalmente se hacían todos los días. La costumbre entonces era pagar en la puerta y pagar al ocupar el sitio.

Las obras reflejaban el sistema de clases de la sociedad de la época, en unos espacios, las corralas, cuadrados o rectangulares, formados por el cerramiento de varios edificios. En un lado de este patio central se disponía el escenario, enfrente la ‘cazuela’ o anfiteatro destinado a las mujeres, y  a los lados las gradas para los hombres.
Los propietarios de las casas solían alquilar el derecho a ver la obra desde sus casas al arrendador de la corrala, que a su vez vendía las localidades, por ello los vecinos permitían el paso del público por su vivienda hasta llegar a las ventanas, terrazas o corredores que a modo de palcos utilizaban la gente más pudiente. Abajo, el patio empedrado estaba dividido: una parte delantera con bancos y detrás una zona más amplia para espectadores de pie.

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