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02 octubre, 2014

Calles y servicios públicos del Madrid antiguo

En esta pintura del XVIII se aprecia la cerca que rodeaba Madrid, con el Palacio Real al fondo.
Madrid, 1753. Obra de Antonio Joli.
Hasta 1868 Madrid siempre estuvo cercado, primero por las murallas árabe y cristiana y luego por muros o cercas de piedra, adobe y ladrillo, que se extendieron con los sucesivos ensanches de la ciudad. La última cerca se levantó en 1625, en tiempos de Felipe IV y delimitaba un territorio que va hoy desde la Cuesta de la Vega, calle Segovia, Rondas de Toledo y Atocha, El Retiro, Alonso Martínez, los antiguos bulevares, calle Princesa y Cuesta de San Vicente. En esa época, los madrileños llamaban a las calles por el nombre de su iglesia o convento o por el nombre de sus artesanos, incluso por el nombre del dueño de algunas casas. Eran calles estrechas, de tierra, y a ellas se arrojaban toda clase de basuras.

Tras la muerte de Carlos II sin descendencia, el nuevo siglo trajo desde París a Felipe V. El primer rey Borbón tomó medidas para cambiar el aspecto de las calles. Creó un servicio de recogida de basuras e impuso multas para quienes las arrojasen por la ventana, pero los encargados de barrer las calles y llevar la basura fuera de la Villa no cobraban un sueldo, sino las propinas de los vecinos, por ello las zonas más pobres estaban siempre sucias. Además se ordenó a los vecinos poner en las fachadas de sus casas un farol durante la noche, para reducir el número de atracos en una ciudad que contaba con unos 140.000 vecinos. Además, Felipe V inició la construcción del Palacio Real, tras el incendio del viejo alcázar de los Austrias en 1734.

Visita General de edificios 

 
Placa Visita General

El aspecto de la ciudad siguió cambiando durante el reinado de Fernando VI, que en 1749 puso en marcha la Visita General de Regalía de Aposento, una relación de las casas y manzanas de Madrid que permitía controlar la recaudación de impuestos. En esa fecha se inauguró
la primera plaza de toros estable de Madrid, en la calle de Alcalá. Unos años después se numeraron todas los edificios, incrustando en las fachadas placas numeradas con la inscripción ‘Visita G.’ y el número de la casa o manzana, que todavía se conservan en el viejo Madrid. 

Paseo del Prado tiene abundantes árboles, jardines y fuentes.
Paseo del Prado, 2014. Foto: S.C.
En 1756 se nombraron los primeros carteros. Antes sólo existía el Cartero Mayor, en la calle Postas, que se encargaba de exponer al público la lista de vecinos que recibían carta, lo que propiciaba que algunos recogieran la carta haciéndose pasar por el destinatario para entregarla a éste a cambio de dinero.

Calles empedradas y alumbradas

Ya en el siglo XVIII, con Carlos III, el paisaje urbano cambió notablemente. Por primera vez se empedraron algunas calles y se construyeron alcantarillas, se creó un servicio diario de recogida de basuras por las casas, se impuso el alumbrado de las calles, se ordenó la instalación de canalones en los tejados y se construyeron pozos para aguas negras. El rey ilustrado ordenó a los regidores municipales destinar cada año 250.000 reales para la limpieza de las calles, además
se creó la Milicia Urbana. Carlos III impulsó numerosas reformas urbanísticas, como el Paseo del Prado en lo que antes sólo era una alameda, donde se construyeron el Museo del Prado, el Jardín Botánico, la Puerta de Alcalá o las fuentes de Cibeles y Neptuno.

La cerca que rodeaba Madrid se quedó pequeña para una población de 190.000 personas y 500 calles a finales de siglo. Con la invasión napoleónica a principios del XIX llegó a Madrid José Bonaparte, el rey intruso, que decretó el derribo de varias iglesias y conventos, además de 46 casas frente al Palacio Real, para abrir espacios en una ciudad saturada en las que todavía campaban a sus anchas los cerdos de San Antón. Se formaron así las plazas de Oriente, los Mostenses, San Miguel, Santiago o Santa Ana, entre otras.

En 1819, con Fernando VII, se creó la Real Compañía de Diligencias y en 1832, se inauguró el alumbrado de gas en lugares principales como la Puerta del Sol y calles adyacentes, aunque no se popularizaron hasta 1835, con Isabel II. En esa época se estableció el sistema actual de numeración de las casas y se creó un callejero suprimiendo los nombres de calles repetidos y los diversos nombres para una misma calle. Se sustituyó el empedrado de las aceras por losas de granito, se comenzó a empedrar con adoquines y empezaron a funcionar los carros de recogida de basura cerrados. También se creó el servicio de bomberos y de serenos.
Foto antigua de la Puerta del Sol antes de su ampliación en el siglo XIX.
Puerta del Sol, 1857
 
Los primeros urinarios públicos se instalaron en 1836, sobre una alcantarilla en el desaparecido callejón de la Duda, al lado de la Puerta del Sol, y su uso costaba cuatro cuartos. A mediados del XIX se instalaron los primeros buzones del correo y en 1858 se inauguró el Canal de Isabel II para surtir de agua a la ciudad, que hasta entonces llegaba por antiguos canales subterráneos llamados viajes de agua. En 1862 se amplió la Puerta del Sol derribando casas alrededor.


Por fin, en 1868, con Isabel II exiliada en Francia tras la revolución que abrió el Sexenio Democrático, se derribó la cerca que rodeaba Madrid y comenzó un nuevo ensanche de la ciudad.

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